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Xavi Bellot, FNS Comunicación
La clave es la cultura aseguradora

Pocos sectores económicos pueden presumir de los números que, año tras año, ofrece el seguro en España. La solvencia de las entidades está fuera de toda duda pero, además, a ello se une la capacidad de mantenimiento del empleo que ha tenido el sector durante los años más duros de la crisis. A estos dos factores se les ha de unir el innegable valor social del seguro. Tal como se repite a menudo en los foros especializados sin el seguro no existiría nuestro sistema económico. Las empresas, y también las familias, verían su futuro hipotecado ante cualquier causa no prevista. Sin un paraguas ante la incertidumbre sería muy complicado arriesgarse a grandes inversiones, ya sea para internacionalizar una empresa o para adquirir una vivienda, por poner sólo dos ejemplos.

Ante este panorama la pregunta es clara: ¿es consciente la sociedad de este valor social que el sector asegurador atesora? Mucho nos tememos que la respuesta es no. Hay una falta evidente de cultura financiera en la sociedad española, que en parte explica el enorme bache económico en el que hemos transitado durante los últimos años, unido a la más que contrastada falta de ética (por no decir de escrúpulos) de quienes han “colocado” todo tipo de productos financieros sin tener en cuenta ni las necesidades de sus clientes ni la complejidad de aquello que estaban comercializando.

Así pues, una de las enseñanzas que nos ha aportado el último ciclo económico es que no es oro todo lo que reluce. Tener una marca contrastada no presupone ni excelencia ni una vacuna contra el desprestigio, sobre todo cuando se han repetido comportamientos alejados de toda ética, como nos han enseñado los escándalos relacionados con las preferentes. En el caso del seguro las empresas cuentan con prestigio, sí, pero no es un sector que genere titulares, ni para lo bueno ni para lo malo. Quizás el gran problema del seguro es su estabilidad, lo que hace que las informaciones que emanan sean, si se me permite la expresión, “aburridas” para el gran público. Bendito problema, en todo caso, que ciertamente asumirían encantados otros sectores.

Al seguro no le hace falta una sobreexposición en medios de comunicación para vender y ser solvente, pero sí que es perentoria una reflexión sobre qué estrategia aplica el sector en su conjunto, desde entidades a mediadores, para que el mensaje de su valor social cale en la ciudadanía. Estabilidad, empleo, valor social y seriedad son las claves sobre las que debería pivotar una estrategia global de proyección del sector hacia la sociedad.

¿Se están dando pasos hacia ese cambio de perspectiva? Aparentemente sí. Las entidades, los mediadores y las empresas de servicios asociados al sector están profesionalizando sus servicios de comunicación y están tratando de hacerse un hueco en el ingente volumen de noticias generadas cada día. En el ámbito de la prensa especializada ese esfuerzo es muy visible y claramente recompensado. La siguiente frontera es la del público masivo, donde están los clientes que, en ocasiones, desconocen casi todo sobre el seguro y su imprescindible papel en la vida diaria de cualquier persona. 

El reto de la visibilidad es también el del fomento de la cultura aseguradora y financiera, dejar para el futuro una sociedad más consciente y concienciada. La tarea es hercúlea, pero el premio compensa sobradamente.


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