Opinión

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Serafín Chimeno, periodista y profesor de universidad
El periodismo, una profesión
tan devaluada como imprescindible


Partiendo de una obligada autocrítica, decir que el periodismo es la profesión, socialmente, más importante, parece jactancioso, sobre todo si quien lo dice, como sucede en este caso, es un periodista. Pero como es verdad, no queda más remedio que razonarlo. Para ello, partimos de algo tan chocante e injustificado como es que esta actividad profesional se encuentra en un flagrante estado de desregularización, soportando planes reglados de estudio anacrónicos y sostenida en estructuras de producción y distribución de la información completamente mercantilizadas. Algo, francamente, insostenible.


Pero igual de difícil es justificar la omnisciencia de la que alardean los periodistas “opinadores” en sus dogmáticas columnas de medio impreso, en sus blogs, en las enconadas tertulias y debates radiados o televisados y hasta en su vida social, ejercida en grado de personalidad pública. Nada más alejado de la natural y originaria función del periodismo, entendido, como cualquier información relacionada con el acontecer de actualidad, tratada profesionalmente y difundida en un medio de comunicación social, que ayuda a la gente a mejorar sus decisiones y acciones cotidianas. Eso y sólo eso es el periodismo… Todo lo demás es apropiación indebida de mensajes que competen a ideólogos, predicadores o expertos en promoción comunicativa. Aún peor, el periodismo se ha prostituido, alejándose del bien común, para erigirse en férreo guardián del status quo alcanzado, a su cuenta, por todos los poderes fácticos que, desde hace mucho tiempo, se han ocupado de convertirse en sus propietarios, utilizando la información, además de como un producto mercantil muy rentable, en caja de resonancia social para sus intereses de cualquier naturaleza.



El periodismo está ninguneando y muy lejos de la órbita del interés, conveniencia y aspiraciones ciudadanas, para asumir el rol de simple eco de las fuentes, que por naturaleza son sesgadas y tendenciosas, es decir, siempre se mueven en la inercia de reproducir su particular sistema de conveniencia.



Recientemente, un sondeo realizado en el Reino Unido, cuna del pulcro e imparcial periodismo anglosajón, situaba a los periodistas en el último lugar de la credibilidad ciudadana, incluso por debajo de la denostada profesión política, la empresarial aferrada al rancio capitalismo liberal, o lo que es lo mismo, a un modelo en el que la información, casi siempre, se difunde contaminada de elevadas dosis de propaganda o publicidad y dando la espalda a las necesidades reales de la gente.



A pesar de todo lo anterior, el periodismo resulta una actividad profesional imprescindible y de máxima trascendencia, al posibilitar el conocimiento de las innumerables opciones para poder   resolver mayor eficacia y realismo nuestras necesidades cotidianas. Ahora bien, no podrá hacerlo por la senda por la que actualmente se mueve, sino por otra absolutamente diferente, situada en la órbita de las necesidades, inquietudes y aspiraciones reales de los públicos, ofreciendo una información correcta, de interés para esos públicos y, muy en particular, tamizando el ingente volumen de contenido promocional, tanto propagandístico como publicitario, existente en la actual praxis periodística.



A todo lo anterior ha de unirse la correcta elección de los contenidos, al objeto de adaptarlo a las necesidades puntuales del público, es decir, centrándose en la especialización periodística, tanto en el sentido de controlar los contenidos técnicos propios de un área de conocimiento especializado, como en el de delimitar con exactitud el público interesado en esos contenidos y dárselos en el nivel adecuado de divulgación. Se garantizaría con ello el trípode en los que se debe sostener el periodismo: la corrección de los contenidos, la comprensión de los mismos y su máxima adecuación a las necesidades, intereses y aspiraciones del público.



Estas premisas que son de obligado cumplimiento, si se quiere recuperar la credibilidad perdida, en cualquier formato periodístico, abre un campo infinito de posibilidades laborales para los periodistas, en el sentido de que Internet está pidiendo desesperadamente una profesión, experta en comunicación, que garantice la corrección razonable de los mensajes que circulan por sus infinitos canales y que esos mensajes sean comprensibles para los usuarios interesados en los mismos. Si se persigue y logra este objetivo, la profesión periodística tiene ante sí un campo, casi ilimitado, de trabajo, como ya hemos adelantado.



Este modelo de periodismo, que tendrá que materializarse en nuevos planes de estudios, ahora acaparados por los supuestos de un periodismo redaccional decadente y, prácticamente llamado a quedarse en algo testimonial, como lo demuestra el incesante cierre de periódicos y revistas, o los abultados ERES que se producen cada día. Estamos obligados a inventar formatos específicos para la información periodística en Internet, que más allá de las versiones digitales de los medios existentes en soporte clásico o, incluso, los creados específicamente para este soporte, puedan sostener la demanda de información  especializada, con la enorme ventaja, que los mismo no van a dependen de una gran inversión económica, ni de complejos y caros sistemas de distribución, sino que serán los propios públicos los que nos busquen, dependiendo su volumen y fidelidad sólo de nosotros, es decir, de la calidad y rigor que aportemos a esa información, así como de su capacidad de dar respuesta a efectiva a las necesidades e inquietudes del público interesado,, por la razón que sea,  en  esa área de especialización. Hay un público para cada cosa y en el entorno de sus particulares intereses, se mueven siempre  valores económicos, culturales o sociales, por los que ese público está dispuesto a pagar. Además, en este caso, la inversión publicitaria está garantizada y  podrá seguir siendo la principal fuente de recursos para el periodismo.



Esta transformación vale, por igual, para el periodismo redaccional, esto es, para lo que entendemos por Medios de Comunicación Social, como para el periodismo de fuentes (gabinetes de prensa), cuya función promocional resultará tanto más eficaz, cuanto más se adecue a las premisas anteriormente indicadas. La corrección de sus mensajes, la comprensibilidad de los mismos y su conexión con intereses reales de la gente, servirá de criterio para un posicionamiento en la red, que le permitirá jugar con ventaja, frente a sus competidores. De esta forma, nos convertimos en imprescindibles, tanto porque vamos a ser, junto al sistema educativo, los gestores del nivel de cultura media de una comunidad, como porque sólo por nosotros, el resto de las profesiones se conectarán entre sí y con  la sociedad, al fin de conocer las demandas de ésta y beneficiarse de los avances y mejoras que, constantemente, se producen en el mundo.


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