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Jon Michelena, director general de Cepreven
El uso diario y la emergencia


Es habitual escuchar en diferentes foros del sector de la seguridad contra incendios argumentos sobre la necesidad de no limitar las capacidades de producción de las empresas por adoptar medidas de prevención contra incendios. Las tesis que se mantienen para defender esta idea se pueden agrupar en dos grandes grupos: las funcionales y las económicas.



Las funcionales podríamos resumirlas como aquellas que nos obligan a modificar la forma habitual de desempeñar la actividad que normalmente se desarrolla para ofrecer un producto o un servicio, complicándola más allá de lo razonable, y engloban aquellas medidas que condicionan la configuración física de los establecimientos industriales: superficie de los sectores, altura de naves y de almacenamiento, distancias a edificios vecinos…



Las tesis económicas, más sencillas de asimilar por cualquiera de nosotros, son todas aquellas que ponen de manifiesto los sobrecostos a los que obliga el reglamento de protección contra incendios en establecimientos industriales, legislación de obligado cumplimiento en España, que tiene como consecuencia el encarecimiento del producto final que ofrece una determinada empresa, haciéndola menos competitiva. En este grupo caben todas las instalaciones activas de protección contra incendios, las instalaciones de protección pasiva y todas las actividades organizativas derivadas de ellas, controles por tercera parte, bomberos de empresa, mantenimiento de equipos y sistemas, planes de emergencia y autoprotección, simulacros. Además, pueden incorporarse a este grupo los costes derivados de las limitaciones funcionales indicadas en el párrafo anterior.



Todas estas justificaciones pueden resumirse en una. Las empresas deben concebirse para su funcionamiento diario en aras de mejorar su productividad y no condicionar su viabilidad pensando en que algún día pueda acaecer un incendio, que como bien es sabido es algo muy poco probable y que siempre ocurre a otros.



Como prevencionista convencido que soy, evidentemente no comulgo con ninguna de ellas. Las tesis hay que demostrarlas y los noticieros y la prensa ponen de manifiesto que los incendios ocurren todos los días, los menos se recogen en primera plana; el resto es necesario buscarlos en secciones menores y en contadas ocasiones se informa de que aquellas empresas que no están preparadas para afrontarlos sufren graves consecuencias que demasiadas veces conllevan a su desaparición.



Es necesario repensar la forma de hacer las cosas, convencer a los empresarios y a las ingenierías que éstos contratan de que no siempre lo más barato es lo mejor, y que los sobrecostes en protección no pueden considerarse como tales, sino como inversiones. Las nuevas instalaciones deben tenerse en cuenta de forma holística; además de los aspectos relacionados con la producción, deben incluirse desde el proyecto todos los factores que puedan afectar a la misma, desde la garantía de suministro de materias primas hasta la continuidad de negocio, pasando por la ciberseguridad, la seguridad contra incendios o la seguridad contra robo e intrusión, sin olvidar una posterior gerencia de riesgos que nos permita saber dónde estamos en cada momento y reaccionar de forma óptima en caso de una determinada emergencia.



Hay que conseguir un diseño de empresa que sea tan eficiente en el día a día como en caso de siniestro. Puede que no sea fácil, pero en nuestro entorno tenemos numerosos ejemplos que demuestran que puede llevarse a cabo. Sirva como modelo la industria del automóvil: los vehículos que se producen actualmente conjugan prestaciones, eficiencia energética y seguridad en caso de accidente. Este sector no sólo ha conseguido integrar la seguridad en el diseño, sino que ha sido capaz de que ésta sea un factor primordial en la decisión de compra, exigiendo muchos más dispositivos de seguridad de los que marca la legislación aplicable y aceptando de buena gana el incremento en el precio que ello supone.



Sabemos que se puede conseguir, solo nos queda trabajar todos juntos para que suceda.
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