Para las aseguradoras, por su parte, estos riesgos se caracterizan por su irregularidad. Al analizar la evolución de la siniestralidad y de las primas de riesgo en los últimos 25 años, se comprueba que estas últimas crecen de forma más o menos estable, pero la siniestralidad es tremendamente variable, por lo que el ratio siniestralidad/ primas oscila mucho sobre su valor 100 (equilibrio). Esto sólo se afronta con dos técnicas: la constitución de reservas (llamadas “de estabilización”), destinando excedentes de los años buenos a la compensación de pérdidas en los de resultados negativos; y el reaseguro, que, dada la excepcionalidad de los riesgos, sólo es efectivo si permanece a largo plazo. Esto último no se garantiza en el mercado privado, que sólo ofrece protección por períodos anuales, razón por la que en España interviene un potente reasegurador público: el Consorcio de Compensación de Seguros.
Precisamente por esa enorme variabilidad, el resultado en un ejercicio aislado no tiene ningún significado. Hay años muy positivos (1996, 2000, 2003 o 2006) y otros muy negativos (1992, 1995, 1999, 2005 o 2012), pero lo que importa es el resultado global y su evolución conforme se añaden años a la serie histórica. Si analizamos el período 1988-2012, el resultado medio es positivo para las aseguradoras en un 2,62 % de las primas. Este ratio está sensiblemente por debajo de los obtenidos en otros ramos de seguro, pero se justifica que, al funcionar el reaseguro público como limitador del riesgo, el beneficio quede asimismo limitado. El anterior porcentaje, si nos fijamos sólo en los últimos 5 años, se reduciría al 0,9 %, por culpa de la incidencia del año 2012. El año más reciente, 2013, apenas influye en estas conclusiones, pues tuvo un resultado plano, simplemente equilibrado.
Además de la compensación en el tiempo, también es imprescindible la geográfica, y la que se efectúa entre riesgos cubiertos (unos se comportarán mejor y otros peor), lo que hace necesario que las aseguradoras se agrupen y “mutualicen” el riesgo a nivel nacional. A esta agrupación (pool), gestionada por cuenta común por una Sociedad puramente privada –Agroseguro, S.A.-, puede libremente adherirse cualquier entidad aseguradora, nacional o extranjera, sin más requisito que solicitarlo, siempre, naturalmente, que tengan cubiertas sus obligaciones legales de solvencia. Inicialmente se asigna a las entidades entrantes una participación del 0,05 % en el pool, que después crecerá de acuerdo a su aportación efectiva de pólizas. En efecto, son las aseguradoras miembros del pool –que asumen el riesgo- las que venden los contratos de seguro, compitiendo en el mercado con su gestión del servicio y su asesoramiento, lo que les dará mayor o menor participación en el negocio. En el futuro, además, deberán considerar sus propios niveles de gasto (en lugar de aplicarse una media), lo que redundará en diferencias de prima más o menos ajustadas.
Pero son tiempos de crisis, y las importantes dificultades presupuestarias de las Administraciones públicas han incidido de forma determinante en las cantidades que tanto el Ministerio de Agricultura como las Consejerías de las Comunidades Autónomas pueden destinar a subvencionar las primas. Mientras que en los últimos años previos a 2012 las subvenciones no bajaron del 55 %, en 2013 el porcentaje medio no alcanzó el 35 %, y el efecto se extenderá a 2014. Esto ha implicado elevaciones de la parte de las primas que ha afrontado el agricultor y el ganadero que se situaron, también en términos medios, entre el 30 % y el 75 % para seguros agrícolas y entre el 15 % y el 35 % en pecuarios, con impactos muy superiores en los seguros de retirada de animales.
A pesar de ello, hay que destacar los ingentes esfuerzos del Ministerio de Agricultura por mantener es sistema –al que apoya sin reservas- y limitar el impacto, gracias a lo cual ha sido posible que, no obstante la disminución del volumen de primas, se haya mantenido el número de pólizas del sistema (casi medio millón) y que incluso hayan crecido los capitales y superficies asegurados, lo que se ha conseguido a base de la suscripción de opciones de cobertura más económicas. Todo lo cual refleja, por otro lado, la importancia del seguro para el sector agrícola.
En otras palabras, aunque realmente las primas del seguro no han subido, el coste para el agricultor sí lo ha hecho. El reto para Agroseguro ha sido, y será durante algún tiempo, contener la disminución de la producción (de un 10 % en 2013) y preservar la utilidad del seguro para el agricultor y ganadero. Para ello, nos esforzamos en diseñar opciones de cobertura más ajustadas y en reducir costes, actuando, para esto último, en dos frentes: en la prima de riesgo, rebajando el recargo de seguridad (el que permite dotar reservas) de forma general, y reduciendo la prima base en los casos, zonas o cultivos cuya siniestralidad lo permite; y en los gastos de gestión, en los que se ha aplicado por las entidades una reducción de las comisiones de venta, ya para 2013, y se ha continuado con la política de contención de gastos de administración en Agroseguro. El total de gastos de esta sociedad ha seguido una continua tendencia a la baja, desde un 4,46 % a un 3,31 % de las primas en la última década, sobre niveles ya muy bajos en comparación con los gastos de administración en el sector asegurador en general.
En esta coyuntura, como resulta obvio, está siendo crucial el esfuerzo de las redes de mediación, que me gustaría compensar con el presagio optimista de la pronta vuelta de las aguas presupuestarias a su cauce.