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La Regla 50/20/30, una fórmula de ahorro sencilla
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Los españoles no ahorramos. Es una percepción general que se corresponde con las estadísticas, ya que la tasa de ahorro está en mínimos históricos de los últimos 16 años. Las circunstancias, es cierto, no son las más propicias para ello: salarios bajos, desempleo, alto precio de la vivienda tanto en propiedad como en alquiler… No es menos cierto que, en la mayoría de los casos, tampoco sabemos ahorrar.

Una fórmula que destaca por su sencillez y por permitir una adecuada estrategia de control de gastos es la denominada Regla 50/20/30. Este método, popular en Estados Unidos, facilita la creación de un colchón de ahorro a nuestra disposición.

El 50% de los ingresos, para gastos básicos

La Regla 50/20/30 establece que la mitad de nuestros ingresos netos (una vez descontados los impuestos) la dediquemos a gastos básicos. ¿Qué entendemos por gastos básicos? El pago del alquiler o la hipoteca de nuestra vivienda y de los gastos habituales de la misma (luz, agua, gas, comunidad de propietarios…); de la cesta de la compra; del transporte al trabajo y de los gastos de escolaridad de nuestros hijos. Son gastos absolutamente esenciales que podemos reducir (por ejemplo, podemos optar por el transporte público en lugar de por el privado para ir a trabajar o controlar el consumo de electricidad), pero difícilmente podremos eliminar.

¿Fácil? Quizás no lo sea tanto. ¿El acceso a Internet en casa es un gasto básico? El nivel en el que fijemos este consumo será decisivo porque marcará mayores posibilidades de ahorro, ya que si un mes, tras pagar las facturas, logramos que nos quede algo de dinero lo destinaremos a la partida creada para ese fin.

Un 20%, para el ahorro

Innegociable: deberemos ahorrar uno de cada cinco euros. El concepto “ahorro” hay que entenderlo en su sentido más amplio, ya que en este apartado debemos incluir desde la financiación de nuestro propio “fondo de emergencias” -listo para hacer frente, por ejemplo, a cualquier avería en casa o en nuestro vehículo- hasta la inversión a largo plazo en productos de ahorro y previsión, pasando por aquellas deudas que tengamos previamente contraídas (como el crédito personal que pedimos para pagar el coche).

Para lograr nuestro objetivo, lo mejor es que el dinero destinado a este fin lo descontemos de la nómina nada más cobrar y lo enviemos a una cuenta independiente a la que manejamos habitualmente y que estará destinada al ahorro. Un truco: establecer transferencias periódicas nos facilitará todo este proceso y nos ayudará a hacernos a la idea de que nuestros gastos no pueden superar el 80% del sueldo.

Y un 30% para gastos prescindibles

Llega la lista de los deseos, la carta a los Reyes Magos o a Papa Noel… Tras los gastos básicos y el dinero destinado al ahorro, podemos dedicar el 30% restante de nuestro presupuesto a esos gastos que, si bien son absolutamente prescindibles, “nos dan la vida”. Desayunar fuera de casa, la suscripción a la televisión por cable, esas escapadas de fin de semana con los amigos, las cenas en nuestro restaurante preferido, las tardes de cine con la familia ¡y con palomitas!... Todos estos gastos que no son estrictamente necesarios se incluyen en este porcentaje del presupuesto mensual.

Si al acabar el mes no hemos agotado nuestra partida mensual, destinaremos esa cantidad sobrante al ahorro.

Como vemos, si no nos hacemos trampas al solitario, somos constantes y rigurosos, la Regla 50/20/30 nos permitirá controlar nuestros gastos, no sufrir ante imprevistos y, finalmente, dotarnos de un colchón de ahorro a largo plazo.
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